Chiang Mai
por Andrea S. Torres
Something that you feel will find its own form
-Jack Kerouac.
Llegué a Asia por azar, por relativismo o debido a la rueda de la fortuna del Dharma que gira con gracia y está llena de misterio peculiar.Lo primero que observé cuándo llegué al sillón marrón de Luoish en Bangkok fue la imagen del rey Bhumibol y la reina Sirikit con Elvis Presley en un set de grabación. Mi mente fue a vagar sobre la situación: !vaya inspiración!. Me pareció un indicio encopado, bastante preciso que me invitó a escribir sobre lo que viví en el camino. Durante los meses que rodé por Tailandia, fue en Chiang Mai que observé el multiculturalismo en la música con vasta presencia. Al vagar por la villa, fue en The North Gate, el club de los gatos farang\Thai: Russell Paradise y Hai Cassady dónde se vive una comunidad compuesta por peregrinos creando una escena intinerante de saberes que siempre están cándentes debido a la constante rotación.
Tailandia posee una escena musical exquisita, extensa y tiene peculiaridades que invitan a mirar. En los últimos años la mezcla internacional entre artistas ha incrementado, produciendo uno de los fenómenos auditivos más agraciados y que involucra a una gran comunidad de peregrinos. En las murallas que delimitan los puntos de Chiang Mai se puede ver los letreros que invitan a los jams, las juergas experimentales y presentaciones de músicos locales que invitan a los que van y vienen. Son sesiones musicales dónde hay un balance instrumental entre músicos sin istmos, pero que sin duda están reinventando cómo se escucha el Jazz a finales de la década. En todas las noches, hay tonos de la tierra y de la vid en las copas cádiz de artistas con pelucas, purpurina en los ojos, hombres con tirantes y bigotes frondosos.
Tal y como el viejo lunático Airaldi me dijo una vez en su terraza mientras regaba sus margaritas con red bull en su casa en Chinatown.
-Sé libre, siempre sé libre|- decía mientras soplaba al aire mechones de cabello bicolor.
Interpretando su consejo, decidi seguir el viaje con Amelia Lis y Luciana Moreira a quienes conocí a través de la Iniciativa Mundial de la Paz en el santuario de Mooktawan en una isla entre Krabi y Phuket.Las melodías de ese momento fueron los cánticos de los monjes y las oraciones arrojadas al atardecer en la mezquita que ubiqué al poniente de la plataforma donde practicábamos kick on. Durante el resto del viaje fuera de los días de meditación en el santuario, después de no tener música por un número de días considerable para mi melománico ser, comencé con oídos sensibilizados a tener experiencias satori en la ciudad con la música de mi entorno. A danzar las olas. Al igual que yo, ambas se sabían peregrinas. Nos volvimos a encontrar para seguir tejiendo hebras de experiencias y beber conocimiento.
El peregrinaje por devoción, votos y virtud. La senda al parecer desconocida, donde los pies reconocen lo que se camina. Es por ello que pisar la tierra se hace con donosura. Thich Nhat Hanh, maestro budista Zen lo ha dicho bien: “Camina como si estuvieras. besando la Tierra con tus pies.” En ese caso, las tres lanzamos besos con los pies, los dedos enamorados.
El peregrinaje por devoción, votos y virtud. La senda al parecer desconocida, donde los pies reconocen lo que se camina. Es por ello que pisar la tierra se hace con donosura. Thich Nhat Hanh, maestro budista Zen lo ha dicho bien: “Camina como si estuvieras. besando la Tierra con tus pies.” En ese caso, las tres lanzamos besos con los pies, los dedos enamorados.
Amelia Lis, una bella gitana talanguera con ojos azules, mejillas melocotón y cabello miel. su intención era llegar al monasterio después de vivir en la mágica Pai. Una monja Bielorusa que hacia mandalas, amanecía mirando los hexagramas en el I ching y danzaba siempre que usaba faldas doradas con estampados de pavo real. Siempre recordaré los haikus de la mañana, los que dejaba en la mesita de rosas cerca de nuestra cama para indicarme en cuál hamaca me esperaba.
Luciana Moreira fue la energía para partir a la villa de Chiang Mai. Una periodista Brasileña que conoce sobre tendencias citadinas o lo que quiera que signifique eso. Su recorrido fue delicioso de escuchar, viajó desde Barcelona a una granja para ver la Aurora Boreal, la chica sin duda es especial. Siempre conversando, con una lengua astuta, ya fuese sobre el Movimiento Antropofágico o el Naturalismo Libertario del siglo pasado, no cabe duda que dónde se encuentre ahora sigue haciendo derretir los helados de taro.
El destino lo sugirió Luciana al saber que los humos de Jakarta nos impedirían ver las estrellas en la mar del sur. Chiang Mai en Otoño , cuando las olivas Tailandesas se caen en los sombreros de los músicos que tocan en la villa ;donde el cashmere y el cáñamo cubren los cuerpos sin grasa de los artistas; fue en ese lugar,el terruńo dónde Bird Parker sonó de nuevo. El confeti siempre estuvo en el aire.
Damrong Lee celebró una fiesta en su estudio para despedirnos de la ciudad y partir a Chiang Mai. Lee nos presentó con To que nos recibiría allá en el Gate, Me sentía más que intrigada por el destino siguiente.Dejé que la verbena siguiera con grandeza, con todos los lunáticos de la caótica Bangkok en el piso 31 escupiendo al hablar, frenéticos, bebiendo Hong Thong, bailando funk y retratándose con los farang en la piscina llena de suave espuma.
Ahora, sé por Amelia Lis y Luciana Moreira que esa noche en la fiesta antes de llegar a la villa no paré de decir a los demás;
-Yo, sólo voy a Chiang Mai por el Jazz.
Asi de simple, escuchar a todos los saxos, los menores y los mayores ; así como a los contrabajos.
To, el guitarrista de Sticky Rice Blues , una banda Thai con músicos internacionales tocando con ellos, nos condujó en la última parte del trayecto a Chiang Mai. Recorrimos la villa mirando la neblina del alba y sus fulminantes amaneceres coral, en un soi o callejón entre el olor de la basilea, las fotos familiares en los puestos de comida, pollos en las parrillas, curry amarillo y templos de dónde salían mujeres cubiertas de la cabeza. To, pertenece a una diminuta parte de nuestra generación que no mira para abajo más que para rolar un ziguibus y cortar su hierba con machetes en troncos diminutos. Es un tío hip de cabello negro hasta la cintura, propietario del Gate y muy amigo de Hai. Un flower child Thai con el Siam Paragon Mall tatuado en la pantorrilla. El edificio en Sri Phoom Rd tiene cuatro pisos y sólo en uno se toca Jazz para el público,en los pisos superiores sirven de hogar para músicos peregrinos. Una casa de música que reune viajeros y les permite tocar allí sin expectaciones y mucha generosidad. Los otros pisos decorados con cortinas chinas y posters en los pasillos hacen parecer un museo del exceso.Los amantes Lester Young con Billie Holiday de un lado y Pharoah Sanders del otro.
Vivir en el tapanco del Gate fue amanecer escuchando el tocadiscos de Russell. Un fugitivo de West Virginia que llegó hace tiempo atrás, primero encontrando ásilo como monje en Corea del Norte y luego haciendo traducciones sobre poesía china y ahora, único en las congas. Ël, abría el lugar con un Lp diferente cada día. En la filosofía Budista un día tiene todas las estaciones del año, Primavera, la mañana, Verano, medio día, Otoño la tarde y finalmente Invierno con la noche. Era en parte por ello que siempre amanecía con un instrumento diferente y la otra claro, por la gran cantidad de álbumes que tenían en el Gate. Con Russell peregrinamos de la villa al templo en la montaña. Amanecimos sin voz a las cuatro en una fuente cerca del canal por ir a recitar poesía y decidimos caminar unas millas más para meditar en la cascada que cuida a Chiang Mai. Hicimos esa caminata de medio día por unas veces más. Antes de dejar Chiang Mai, le busqué para despedirme; tal como Han Shan, se había decidido quedar en la montaña y nunca más bajó.
El Jazz en Chiang Mai es una muestra del intercambio entre músicos peregrinos que van dejando notas por su andar. Si de algo estoy segura es que sé que una de las cosas más asombrosas del universo, es la sensación magnánima en el momento donde la atmósfera del ambiente tiene claridad e intenciones en común, la música. La apertura de los artistas por la invención en pares ha traído a la escena algo que no es tan común y resulta próspero es una colaboración riquísima entre ambas partes del planeta. Es colosal la magica de ver cuando se logran juntar en más de un acorde la intención y la paz interior de tanto los que interpretan como de los que escuchan.
La escena musical en Chiang Mai es seductora, hip y le queda bien el bosque.La movida artística de la villa denominada en la narrativa como fabulosa es debido a la atmosfera que posee a lo largo del distrito en cada puerta cardinal. The North Gate es una especie de sitio equivalente al Fillmore por la aceptación que tiene en su alrededor, se vuelve cada vez más visitado cada año y el encuentro de sus artistas es apreciable. A casi diez años de su iniciación, sigue siendo un punto de encuentro básico si se pisa el norte. Es un lugar abierto que apoya la música que siempre está en movimiento. The North Gate en la entrada del sitio dice en legras doradas y puntiagududas: Co-op, una cooperativa de peregrinos que siguen la melodía por dónde les place.
Un lugar dónde se toca jazz junto con las mil y una noches de géneros que la industria ha catalogado a través de la historia. Las interpretaciones son fascinantes, no existen los días dónde no toque alguien en El Gate. Ni los festivos, al contrario, se celebra con más instrumentos en sintonía. Los sentidos estarán a tope debido a la gran cantidad de músicos en el piso. A veces y muchas otras, hay siete saxofones en el escenario, guitarras con cuatro cuerdas, maracas, trombón, violines tornasol y un órgano de viento Tailandes, el khene. Nunca se sabe lo que se escuchará en el el lado Norte.
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